Título
del tema: No miren a los gigantes
Texto
bíblico: Números 13:17-20
Introducción:
Tal vez el nombre de Jonathan Swift no les sea conocido; sin
embargo, él escribió en 1726 una obra llamada Los viajes de Gulliver en la tierra de Liliput, donde llegó luego
de un naufragio y se encontró en medio de un pueblo donde sus habitantes eran
muy pequeños, haciéndole parecer un gigante.
El libro Guinness World Records ha reconocido a Robert Wadlow,
de Estados Unidos, considerándolo la persona más alta de la historia con 2.72
metros, y a Rumeysa Gelgi, de Turquía, como la mujer más alta del mundo con
215.16 metros, quienes son una muestra de aquellos que sufren la enfermedad que
les hace crecer desmesuradamente, llamada gigantismo.
Tal vez muchos no entiendan el impacto de esta enfermedad; sin
embargo, la Biblia menciona en Génesis 6:4 que “Había gigantes en la
tierra en aquellos días, y también después que se llegaron los hijos de Dios a
las hijas de los hombres, y les engendraron hijos”.
Aunque no se han hallado pruebas concluyentes de su existencia,
la Biblia, a través de libros como Números, Deuteronomio y 1° Samuel, entre
otros, menciona la “existencia, estatura, característica y simbología”
de los llamados gigantes.
Sin embargo, para un estudio serio del tema, es necesario
conocer el contexto cultural e histórico donde la Biblia sitúa estas historias,
pues permitirá separar lo teológico de la mitología e
historia, revelando detalles de su existencia. Números 13:17-20 servirá
de base para entender ciertas realidades espirituales detrás de estos relatos.
“Los envió, pues, Moisés
a reconocer la tierra de Canaán, diciéndoles: Subid de aquí al Neguev, y subid
al monte, y observad la tierra cómo es, y el pueblo que la habita, si es fuerte
o débil, si poco o numeroso; cómo es la tierra habitada, si es buena o mala; y
cómo son las ciudades habitadas, si son campamentos o plazas fortificadas; y
cómo es el terreno, si es fértil o estéril, si en él hay árboles o no; y
esforzaos, y tomad del fruto del país. Y era el tiempo de las primeras uvas.”
(Números 13:17-20)
La idea de mandar espías no fue de Jehová, sino del pueblo. Deuteronomio 1:22 dice: “Y vinisteis a mí todos vosotros, y dijisteis” y Deuteronomio 1:23 muestra que a Moisés “le pareció bien”; por tanto, envió a 12 príncipes a reconocer la tierra de Canaán y traer un informe y una muestra del fruto de esta tierra.
Ahora, ¿qué debemos aprender de esta experiencia del pueblo
hebreo?
El pueblo hebreo había salido de Egipto rumbo a Canaán; sin
embargo, se rebeló contra el plan de Dios de tomar posesión de “la tierra
prometida” y disfrutar de todas las bendiciones. Por tanto, dijo a Moisés:
“Enviemos varones
delante de nosotros que nos reconozcan la tierra, y a su regreso nos traigan
razón del camino por donde hemos de subir...”. (Deuteronomio 1:22)
Ahora, la falta de “fe, incredulidad y desobediencia”
reflejaba la dura cerviz de un pueblo que no solo desconfió de Dios, sino que
desafió la autoridad de Moisés. Sin embargo, Dios dijo a Moisés: “Envía
tú hombres que reconozcan la tierra de Canaán, la cual yo doy a los hijos de
Israel”. (Números 13:1-2)
Hebreos 11:6 dice: “Pero
sin fe es imposible agradar a Dios”.
Un mal liderazgo llevó al pueblo a buscar un nuevo líder que los
llevara de regreso a Egipto (Números 14:4), lo cual desagradó a Dios, quien los
“hizo andar errantes cuarenta años por el desierto, hasta que fue acabada
toda aquella generación que había hecho mal delante de Jehová” (Números
32:13).
Moisés obedeció a Dios y envió 12 príncipes para “reconocer” la
tierra de Canaán, sus habitantes, la calidad de la tierra, sus ciudades y traer
una muestra de sus frutos, de los cuales “cortaron un sarmiento con un
racimo de uvas, el cual trajeron dos en un palo, y de las granadas y de los
higos” (NVI). Al final de 40 días regresaron y presentaron su informe.
Ahora, ¿qué se esperaba
del informe de los espías?
Toda la información permitiría trazar estrategias para la
conquista y la distribución del territorio. Los espías comenzaron diciendo: “Fuimos
al país al que nos enviaste, ¡y por cierto que allí abundan la leche y la miel!
Aquí pueden ver sus frutos” (Números 13:27, NVI); sin embargo,
centraron su atención en los habitantes diciendo:
“Mas el pueblo que habita aquella tierra es fuerte, y las ciudades muy grandes y fortificadas; y también vimos allí a los hijos de Anac”.
(Números 13:28)
¿Quiénes eran los hijos de Anac? “Ahimán, Sesai y Talmai”,
una raza de gigantes, gente de casi tres metros de altura que vivían en Hebrón.
Y estas palabras impactaron al pueblo: “¿A dónde subiremos? Nuestros
hermanos han atemorizado nuestro corazón diciendo, …”. (Deuteronomio
1:28)
Ahora, ¿qué hacer? ¿Creerle a Dios o asumir que no podrían
derrotar a los gigantes?
Proverbios 29:18 (DHH): “Donde no hay dirección divina, no
hay orden”; la visión es indispensable para alcanzar los
objetivos.
Jesús dijo: “¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No
caerán ambos en un hoyo?” (Lucas 6:39). El pueblo creyó a los espías y no a
las promesas de Dios, e hizo que el temor a los gigantes se convirtiera en un
tropiezo para conquistar Canaán. Sin embargo, Caleb dijo al pueblo:
“Subamos luego, y
tomemos posesión de ella; porque más podremos nosotros que ellos”. (Números
13:30)
Caleb buscó restaurar la visión, “conquistar”
Canaán, mas no pelear con gigantes. Sin embargo, 10 de los espías no solo
dijeron: “No podremos subir contra aquel pueblo, porque es más fuerte que
nosotros”, sino que hablaron mal de la tierra: “Y éramos
nosotros, a nuestro parecer, como langostas; y así les parecíamos a ellos”.
(Números 13:33)
La falta de fe de 10 espías los hizo verse como langostas, lo
que provocó que “toda la congregación gritó, y dio voces; y el pueblo
lloró aquella noche” (Números 14:1). Mas, sin embargo, Josué y Caleb,
rasgando sus vestidos, hablaron a toda la congregación de los hijos de Israel
mostrando otra perspectiva:
“La tierra por donde
pasamos para reconocerla, es tierra en gran manera buena. Si Jehová se agradare
de nosotros, él nos llevará a esta tierra, y nos la entregará; tierra que fluye
leche y miel. Por tanto, no seáis rebeldes contra Jehová, ni temáis al pueblo
de esta tierra; porque nosotros los comeremos como pan”. (Números 14:7-9)
Caleb y Josué no negaron que hubiera gigantes en la tierra prometida; sin embargo, creyeron a Dios, lo cual les permitía tener una perspectiva diferente, pues, sin importar las probabilidades, Dios llevaría a Israel a “conquistar” la tierra de Canaán. Sin embargo, el pueblo creyó a la mayoría.
¿Qué nos enseña este
tema?
Primeramente, el Plan de Dios era que el pueblo saliera de
Egipto y llegara a Canaán, mas no enviar espías a reconocer la tierra. Segundo,
tuvieron miedo de los hijos de Anac, “Ahimán, Sesai y Talmai”,
pues al verse como langostas ante ellos, su fe mermó y se olvidaron de las
promesas de Dios.
Mas Caleb y Josué tenían una perspectiva diferente que incluía a
Dios; por eso Caleb dijo: “Subamos luego, y tomemos posesión de ella;
porque más podremos nosotros que ellos”, y Josué dijo: “porque
nosotros los comeremos como pan”.
Ahora, mirar a los gigantes fuera de la perspectiva de la fe
hace que nuestra mirada esté puesta en ellos, mas no en Dios. Un ejemplo es
David, quien un día debió enfrentar a un paladín llamado Goliat, de Gat, quien
tenía seis codos y un palmo de altura y una gran armadura, quien desafió al
ejército de Saúl diciendo: “Escoged de entre vosotros un hombre que venga
contra mí”.
David era muy joven; sin embargo, enfrentó a Goliat, para lo
cual utilizó estrategias y armamento novedoso que incluía “una honda y
cinco piedras lisas”, y con una de ellas “hirió al filisteo en la
frente”.
“Y la piedra quedó
clavada en la frente, y cayó sobre su rostro en tierra. Así venció David al
filisteo con honda y piedra; e hirió al filisteo y lo mató”. (1 Samuel
17:49-50)
Tal vez no podamos impedir que gigantes puedan levantarse ante
nosotros, pero no pueden detenerte; por eso debemos ser como Caleb, quien dijo:
“Subamos luego, y tomemos posesión de ella; porque más podremos nosotros
que ellos”, y como Josué: “porque nosotros los comeremos como
pan”.
La Biblia enseña en Romanos 8:37: “Antes, en todas estas
cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó”; por eso
la palabra de Dios nos amonesta diciendo: “No miren los gigantes”,
miren a Dios.